Epidemia química

Desde hace años venimos asistiendo desgraciadamente al declive poblacional de la perdiz roja en todo el país. Y, también desde hace mucho tiempo, venimos señalando a la “química” como uno de los factores que más perjudican de manera clara a esta especie.

En el Foro sobre caza organizado por la ONC hace unos meses en Madrid, este asunto fue objeto de tensión y discusión con representantes del MAGRAMA cuando, la cabeza visible de la plataforma SOS Salvemos la perdiz roja, Marcos Pedregal, arremetió duramente contra aquellas prácticas agrícolas que, a su juicio y a juicio de muchos, envenenan el campo en nuestro país. Esta cuestión ya tuvo la ocasión de ponerse de manifiesto con anterioridad y a nivel científico por parte de la Fundación FEDENCA que, bajo la dirección de José Luis Garrido, acometió un estudio sobre los efectos que produce la ingesta de semillas blindadas por ejemplares de perdiz roja, estudio que concluyó de manera devastadora al constatar los perjudiciales efectos de esta ingesta.
 
Días atrás cayó en mis manos el suplemento dominical de un periódico de tirada nacional que, en el apartado de SALUD y bajo el título Epidemia Química, abordaba la alarma activada en la comunidad científica por la contaminación silente e inadvertida que estamos sufriendo los humanos que, en la práctica, somos auténticos depósitos de residuos tóxicos incluso antes de nacer.
 
Revelaba el artículo que “… en los países industrializados es habitual que una persona acumule en su cuerpo 40, 70 o incluso más agentes tóxicos …”; que “… el pesticida DDT aún se detecta en la población humana pese a que han pasado 30 años desde que se prohibió en España …”; que “… si nos hicieran un análisis dirigido a encontrar contaminantes, hallarían en cualquiera de nosotros restos de pesticidas, derivados del benzeno, talatos, metales pesados …”; que los denominados disruptores endocrinos han llegado a detectarse en los osos del Ártico o en los halcones peregrinos; que “… hoy sabemos que la exposición a contaminantes químicos medioambientales puede afectar al desarrollo fetal …”; o a modo de resumen que “… nos hemos convertido en pequeños laboratorios químicos …”.
 
El artículo es inquietante y desolador, te invade cierta sensación de zozobra por desconocer qué nos rodea. Para finalizar y terminar de arreglarte el cuerpo, como suele decirse coloquialmente, el artículo de marras concluye que “… hay 143.000 sustancias sintéticas diferentes de las que tan sólo han evaluado los riesgos sanitarios de un 1% …”. Estremecedor.
Que cada uno saque sus conclusiones pero si lo anterior es en el campo humano ¿qué estará pasando en el campo silvestre? ¿Y con la perdiz roja?
 
PD.- Feliz 2014 a todos los cazador@s de bien.


Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros, para analizar nuestros servicios y mostrarte publicidad relacionada con tus preferencias, en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación (por ejemplo, páginas visitadas). Puede configurar, aceptar y rechazar la utilización de cookies u obtener más información AQUÍ.