La caza social

Desde hace algunos meses, vengo advirtiendo con suma curiosidad como algunas entidades representativas de intereses cinegéticos vienen enarbolando de manera insistente la bandera de la caza social en notas de prensa o en artículos de opinión que publican, aprovechando además la oportunidad para arrogarse la exclusividad en la defensa de este tipo de caza; y, en el colmo del despropósito y absurdo, para diferenciarla de la caza que defienden las federaciones de caza que, según ellos, defienden la caza de competición.

Me parece legítimo que cada cual defienda sus ideas como entienda más conveniente pero no estaría mal que, como mínimo, se haga con rigor, no se falte a la verdad y, como ocurre en este caso, no se intente tergiversar la realidad social de la caza, en nuestro caso, de la caza social andaluza. En Andalucía, la caza social es la que se practica mayoritariamente por el conjunto de los cazadores andaluces. Los cazadores se agrupan en torno a sociedades para practicar la caza, estableciendo sus propias reglas internas del juego y los mecanismos asociativos apropiados para la toma y ejecución de acuerdos y decisiones en beneficio de todos. La caza social es, en esencia, un modelo de caza que, con base fundamental en el asociacionismo, permite a cualquier cazador andaluz acceder a su práctica favorita, en unas determinadas condiciones sociales y económicas, a la que, de otra manera, no podría acceder. En líneas generales, esta es la caza social, el modelo o tipo de caza que defiende la Federación Andaluza de Caza. Intentar constreñir la representación de la Federación Andaluza de Caza a la caza de competición es, además de irrisorio, absurdo porque fundamentalmente la Federación Andaluza de Caza es patrimonio de las más de 1.400 sociedades de cazadores andaluzas y de los más de 100.000 federados andaluces que son los que mantienen y sostienen social y económicamente a la Federación. El papel de la Federación Andaluza de Caza no se limita, como pretenden estos filósofos cinegéticos, a la organización de competiciones cinegéticas. Eso es absolutamente falso; fundamentalmente, la FAC se encarga de representar los intereses de la caza andaluza ante nuestra Administración, ofrece una completa carta de servicios de todo tipo (técnico, jurídico, laboral …) y de manera gratuita a todos sus afiliados y también se encarga de la defensa de los derechos de los cazadores andaluces en cualquier situación y ante cualquier entidad o autoridad. Casi el 80% de nuestro presupuesto se destina al desarrollo de estas funciones y no a la organización de competiciones que, aunque importantes, tienen un papel de menor importancia en la actual Federación Andaluza de Caza. Estaría bien que estas entidades dejaran ya de utilizar equívocos y retorcidos argumentos y optaran por defender su opción asociativa con rigor, con argumentos válidos y beneficiosos para la caza y los cazadores. El eterno debate dialéctico sobre si la caza es o no es un deporte es tan estéril y tan ilógico, como ilógico es que se dediquen a avivar esta discusión, que nada aporta al mundo de la caza, precisamente personas que, en su día, detentaron cargos en las diferentes estructuras orgánicas federativas. Y si no es ilógico, por lo menos, me permitirán que diga que es muy curioso que personas que ostentaron cargos federativos reniegen ahora del importante papel que juegan las federaciones. ¿No creen?



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